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Alfredo García, un "Quijote" madrileño


Alfredo García como Don Quijote (©Aisha Zehni)

En esta ocasión tenemos el placer de conversar con el barítono Alfredo García, un hombre tan ligado a la figura musical de Don Quijote que por momentos se confunde quién es quién. A pesar de comenzar su formación académica musical de forma tardía, con 14 años, desde entonces ha conquistado salas tan prestigiosas como la Wiener Kammeroper, el Teatro Real, el Lincoln Center o el Auditorio Nacional de Madrid, lugares donde ha representado obras quijotescas relacionadas estrechamente con la Universidad Autónoma de Madrid.


Además cuenta con seis obras dedicadas: la ópera Tenorio de Tomás Marco, el poema Al que cantó le fue concedido de Clara Janés, AOS de José Buenagu, las canciones El precio, de Consuelo Díez, Dulcinea, de Javier Jacinto, y De Castilla, de Javier Jacinto. El pasado enero representó en los Teatros del Canal, como una producción del Teatro Real, El Caballero de la Triste Figura de Tomás Marco, la cual obtuvo una gran acogida entre el público y la crítica.


Su labor en la música y el arte no queda simplemente en la interpretación, sino que, durante un tiempo, su carrera parecía más ligada a la composición. Además, entre concierto y concierto, consigue sacar tiempo para uno de sus mayores placeres: la escritura.


Sus comienzos, temores, pasiones, proyectos de futuro y el papel de la cultura en la España actual son temas que trataremos con él en esta entrevista donde uno de los barítonos madrileños con más futuro nos habla de tú a tú y sin reservas.



Sus comienzos en la música no tuvieron lugar en su más tierna edad, sino en plena adolescencia. ¿Cómo surgió su interés por la música y cómo lo desarrolló?


En casa siempre había podido escuchar las sinfonías de Beethoven que le encantaban a mi padre. A los 14 años acudí como oyente a los cursos de piano que se hacían en Santander durante unas vacaciones y me impactó la experiencia del sonido en directo de los pianistas que intervenían en el curso. Ese mismo mes escuché el primer concierto sinfónico y regresé a Madrid impresionado por las diversas experiencias y entonces ya sabía que lo que más deseaba era convertirme en un músico, algo que aún no he dejado de hacer.


Además, por lo que sabemos, cantar no fue su primera opción. Parecía más encaminado a la composición. ¿Qué le hizo cambiar de idea? ¿Ha estrenado ya alguna de sus obras?


La idea de componer, de crear nuevos sonidos, me parecía uno de los actos más libres y emocionantes que se podían afrontar en la música, y aún hoy me lo sigue pareciendo. Sin embargo, la voz irrumpió en mitad de todo aquello como lo hacen las grandes pasiones, derribando las paredes del edificio que creía tener armado. De aquella época es verdad que quedan algunas pequeñas obras, una de ellas, que era una obra a tres voces, la estrenamos en la sala del conservatorio con unos amigos y luego nos fuimos a celebrarlo. Otras veces quedábamos en casa de algún otro amigo y allí pasábamos la tarde y hacíamos un estreno para nosotros. Era todo muy divertido y nos reíamos mucho. Ahora, cuando trabajo con algunos compositores, tengo la sensación de que puedo entenderlos mejor.


Después, residió durante seis años en Viena, donde estudió canto en su Hochschule. ¿Qué recuerdos formativos guarda de esos años?


Viena resultó una gran experiencia a todos los niveles, y yo no sería el mismo sin la vivencia de aquellos años. No solo recibí una excelente formación, sino que fue en Viena en donde comencé a cantar mis primeros roles y conciertos. Fue un tiempo de estudio intenso, de acudir a muchas clases, de observar y aprender de los profesionales que tenía muy cerca, de reflexiones. Me impresionó la seriedad con la que se hacen las cosas allí, la planificación exacta de los ensayos, la profesionalidad de todos los cantantes. Aprendí mucho de todo aquello, aunque aquí estamos ya a un excelente nivel. Luego se me hacía raro ir al supermercado y ver las naranjas de Valencia, o las verduras que llegaban de Murcia y se vendían allí. Tengo un recuerdo especial de las celebraciones que se organizaban en la embajada española con motivo de la fiesta nacional, comíamos todo lo que podíamos y escaseaba, como el chorizo, la tortilla de patatas y demás. Hice muy buenos amigos y parte de la ciudad de Viena, a la que le debo mucho, se metió dentro de mí.

Alfredo García durante la representación de Don Quijote (©Aisha Zehni)


Y llegó su debut...


En la Wiener Kammeroper, precisamente, con música española y la zarzuela El Barberillo de Lavapiés de Barbieri en la que interpreté al protagonista Lamparilla.


Para esta zarzuela hice una audición en el teatro. El día antes había hecho otra audición en Budapest para Un giorno di regno de Verdi, que finalmente canté, y había regresado a Viena cansado del viaje y con ganas de no hacer nada. Llegué al teatro cuando las audiciones habían ya terminado y en la butaca de patio estaban ya deliberando sobre el reparto de roles. Reconozco que le eché algo de valor al asunto y me planté allí pidiéndoles si me escucharían fuera de plazo. Fueron muy amables y me dejaron cantar. Ese mismo día me ofrecían el rol de Lamparilla.


Fue la primera obra hecha íntegramente en español en Viena, con sobretítulos en alemán y tuvo una acogida extraordinaria, las críticas fueron fabulosas y al público vienés le encantó. Hicimos 19 funciones en pleno invierno. Al estreno acudió el embajador de España en Viena, y en la recepción posterior nos comentó a todos los solistas que estábamos haciendo patria. Aquello creo que nos emocionó un poco a todos.

No hay nadie mejor que usted para definir su voz. ¿Qué le hace diferente del resto?


Mi voz tiene mucho que ver con mi temperamento, va con mi carácter. Tengo la sensación que si yo fuese de otra manera, la voz sonaría distinta. Si bien, no es fácil definirse a sí mismo, estoy de acuerdo con lo que han ido opinando la mayoría de amigos, maestros y colegas, creo que tengo una voz teatral, con un color noble y de una tesitura amplia. Luego está lo que cada uno hace con ella y yo me esfuerzo, en lo posible, en hacerla volar.


La vida del cantante le impide establecerse en un único lugar. ¿Cómo soporta la ausencia de su hogar?


Tengo un contacto estrecho con las personas que forman parte de mi mundo afectivo, por suerte la tecnología nos facilita el trance. Siempre estoy conectado a ellos y por otro lado, tengo una buena relación de amistad conmigo mismo, que me permite que la soledad sea una aliada, cuando llega. Me gusta también conocer lugares nuevos, acompañarme de buenos libros, escribir, que es otra de mis pasiones y disfrutar de una película en la habitación de un hotel. Todo esto y una tendencia al optimismo que tengo, lo hace más llevadero. Aunque también es verdad que cuando llego a casa después de un viaje, me dan ganas de tirar la llave y no salir ni para tomarme un helado.


Cambiando de tercio, ¿cuáles han sido sus momentos de mayor dificultad artística?


Creo que los años de la incertidumbre, cuando uno está entregado a los estudios y no sabe si el futuro ha reservado un lugar para poder desarrollarse como cantante. Entonces uno se preguntas si lo que hace tendrá algún sentido, si el esfuerzo de marchar a otro país, lejos de la gente que quieres, tendrá alguna compensación. Cuando aún no se ha escuchado ningún aplauso y no se sabe si algún día llegarán. El tiempo en el que solo la fe sostiene. Aunque por otro lado si las cosas se hubiesen torcido, creo que lo habría dado todo por bueno, el hecho de haber estudiado canto me ha dado muchas alegrías.


¿Cómo aborda las críticas? El perfil del intérprete está en ocasiones moldeado por ellas…


No creo posible convertirse en cantante sin tener una capacidad amplia y sana de reflexión, creo que los músicos estamos sometidos siempre a la crítica, la nuestra propia, que suele ser las más feroz, y la que nos llega después de quienes han sido nuestros maestros, amigos y colegas. Éstas son enseñanzas, consejos y comentarios. Luego están las de los propios críticos, que tienen la función de plasmar y volcar sus reflexiones para articular culturalmente e informativamente la sociedad, algo muy necesario, no lo olvidemos. Yo intento escuchar todas y pensar sobre ellas, algunas te hacen mejor. Pero hay que relativizarlas también, no colgárselas ni como una medalla ni sentirlas como una losa, saber convivir con ellas y si se puede, sacarles partido.

Alfredo García (©Irene Bujalance)

El canto es su profesión, pero ¿a qué más dedica su tiempo?


Tengo una gran curiosidad por casi todo, creo que en el hecho mismo de aprender cosas se encierra parte de la felicidad. Escribo regularmente y acudo a un taller de escritura donde tengo buenos compañeros y amigos. Todos escribimos y leemos y hablamos sobre cómo nos miramos literariamente unos y otros. Aprendo a cocinar también, cuando encuentro mañanas en las que puedo buscar recetas, con desigual fortuna en los resultados. Me muevo por Madrid en bici, que me da una gran sensación de libertad y me reúno con mis amigos para ir al cine, ver exposiciones y a veces solo por el placer de la conversación con unas tapas y unas cañas. También soy aficionado a la astronomía, que es un tema que me fascina. Vivimos además una era llena de novedades y descubrimientos. Y por supuesto el teatro, me gusta ver a los actores cuanto más de cerca, mejor.


¿Qué preferencias de repertorio y personajes tiene en cuenta a la hora de interpretar?


Siempre valoro que las costuras líricas del personaje le caigan bien a mi voz, saber que puedo cantarlo con la solvencia que requiere el papel, lo que me da mucha tranquilidad. A partir de ahí son todos caminos abiertos, puede ser Verdi, Donizetti o Strauss, todo los compositores clásicos merecen la pena ser abordados, aunque para algunos haya que hacer un esfuerzo mayor para acercarse a ellos.


Después viene el intentar comprender qué se oculta debajo de la piel del personaje, entender cómo respira, a qué le teme, ante que se hace grande, de qué modo ama o es odiado, construir la arquitectura emocional sobre la que se sustenta y procurar hacerse con ella. Es un trabajo arduo y maravilloso del que se sale enriquecido cuando termina. Y cuanto más humano sea el personaje que hay que abordar, en el sentido de sus debilidades y dobleces, mejor.


Parece que el papel de Don Quijote no le es desconocido. Ha representado varias óperas que giran en torno al hidalgo castellano, incluyendo El Caballero de la Triste Figura o Pensares de Rocinante, las cuales le relacionan con nuestra universidad. ¿Cómo se ha preparado para estos papeles? ¿Hay reciprocidad entre intérprete y personaje?


La novela de Cervantes la he leído tres veces a lo largo de mi vida. La primera de ellas en el colegio con dos estupendas maestras de literatura. Y la última vez que lo leí fue en Viena, durante un verano en que debía trasladarme diariamente varias horas para hacer una producción. En este tiempo nunca imaginé que lo abordaría en el escenario tantas veces y con tan diversas obras. Ha sido, sin duda, un encuentro afortunado en el que he sentido el privilegio de encarnar a un mito Español de alcance universal, darle a Don Quijote los colores de mi voz. Y también he sentido una gran responsabilidad por ello, que he abordado dando lo mejor de mí mismo.


Por otro lado le he dado muchas vueltas a cómo debía abordar el personaje y mi manera de acercarme al mito ha sido reconociendo todo lo que tengo de Sancho. Creo que Don Quijote tiene un gran sentido de la dignidad humana, de la justicia, de la ética y en definitiva, se mueve por un incomprendido amor por la humanidad. Está también lleno de compasión y de todo ello no saca más que sinsabores y golpes, de los que no duda en levantarse y reponerse. Si miramos el mundo, parece que lo que representa Don Quijote es hoy más necesario que nunca.

Como en las pasadas entrevistas para esta revista, donde hemos tocado el tema de la crisis cultural en España, nos gustaría conocer su opinión sobre cómo sacar a flote la música.


Sin la música, el arte, la ciencia, todo aquello que forma el edificio de la cultura, sin todo ello, no creo que sepamos muy bien quienes somos. Un país sin este mosaico habría perdido el alma y lo que queda es un zombi. No creo que sea eso lo que queremos. Por otro lado hemos dejado de hablar sobre la cultura, lo que nos aporta y cómo transforma nuestras vidas. Traerla de vuelta es una tarea de todos.

Por último, nos gustaría que nos confiase alguna primicia sobre sus proyectos de presente y futuro.


Estoy muy ilusionado con la ópera Carmen que cantaré en Mayo en el Teatro Nacional de Ópera de Lima junto a Nancy Fabiola Herrera, que es una artista maravillosa, también hay en el horizonte un proyecto con la Orquesta Nacional de España, y cómo no, con mi querido Don Quijote que me aguarda en tres proyectos diferentes.




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