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Música por la Paz


Fotografía del Centro Superior de Investigación y Promoción de la Música de la UAM



En esta ocasión, dos de los habituales temas en el Ciclo de Grandes Autores e Intérpretes de la Música organizado por el Centro Superior de Investigación y Promoción de la Música (CSIPM) han convergido en un único evento: el homenaje anual en memoria al profesor Tomás y Valiente y el concierto dedicado al repertorio de Johann Sebastian Bach. En un guiño al trabajo de Tomás y Valiente y a su investigación sobre el Derecho del siglo XVIII, el ciclo dedica estos conciertos de Brandemburgo al profesor, como una composición contemporánea a la época a la que él dedicó su investigación.


Organizado en colaboración con la Fundación Cultura de Paz, podemos interpretar la elección de este repertorio como un mensaje de convergencia y de unidad. Los conciertos de Brandemburgo de Bach son una muestra de la síntesis que el autor alemán realiza de los diferentes estilos nacionales que hay en Europa: toma el formato de concierto de la tradición italiana, añade danzas de estilo francés, y dedica la obra al margrave de Brandemburgo (Alemania). Todo ello debido a una formación musical adquirida a través de la transcripción, ya que Bach fue un compositor que nunca viajó fuera de las tierras germanas. Leído en clave de mensaje por la paz, es un concierto que nos hace pensar en la interculturalidad y en la influencia mutua sin prejuicios, en cómo la música puede reunir diferentes corrientes en una misma traspasando las nacionalidades.


La propuesta musical vino presentada por parte de John Butt, catedrático de música de la Universidad de Glasgow, y su Dunedin Consort, especializado en música barroca. Lo singular de estos conciertos fue la aproximación historicista que el Dunedin Consort realiza. Utilizan instrumentos de época, destacando entre ellos el clave por su colocación en el centro del escenario mientras el resto de instrumentistas lo rodean, pero también las violas da gamba o las flautas de pico son instrumentos característicos del período barroco que desaparecieron de la plantilla habitual posteriormente.


Precisamente al clave tuvimos al propio John Butt, director de la agrupación, que ejerció aquí un papel destacado también en enclave historicista: dirige al Dunedin Consort, pero en un papel mixto entre director tradicional con la mano y, al estilo dieciochesco, desde el clave. Antes del siglo XIX, el papel de director como lo conocemos hoy en día no existía, y era el clavecinista el que dirigía en su función de bajo continuo al resto de la agrupación, que tocaba sobre la base armónica que él marcaba. Butt recupera este papel en el concierto y lo complementa con indicaciones manuales a los intérpretes, en una síntesis entre la veracidad histórica y las necesidades de un director contemporáneo.


La propuesta de tocar a un instrumento por voz resultó ser una de las características más llamativas del concierto, y la que viene siendo la teoría predilecta por John Butt. Esto es, que el pentagrama escrito para cada instrumento será interpretado por solo un instrumentista: mientras que en la orquesta tradicional el pentagrama de los violines lo tocan todos los violines, en este caso solo lo tocará uno. Históricamente, esta práctica no era rara, ni siquiera que una voz instrumental se pudiera tocar indiferentemente por un instrumento u otro. Las agrupaciones musicales se adaptaban, siguiendo criterios prácticos, a los instrumentos que tenían disponibles.


Resulta ser una teoría que para el oyente funciona, pues da una perspectiva sonora diferente de la obra. La relación entre voces cambia y, al presentarse todas bajo un solo instrumento, las voces “secundarias” que en una orquesta tradicional harían de relleno armónico bajo la línea de la melodía se perciben con más equidad respecto a la línea más melódica. Destaca sobre todo el violín, que como solista se contrapone a lo usual en el Auditorio Nacional que es escuchar a toda la sección de violines de la Orquesta Nacional, y eso le da una perspectiva más manual al trabajo. Por otra parte, los vientos metales del Dunedin Consort, dos trompas y una trompeta, tienen mucho más protagonismo que si hubiera sido interpretado por una orquesta usual porque tienen más presencia en relación al número total de integrantes. Esto resulta en que el entramado polifónico de la obra adquiere mayor relevancia sonora y que los instrumentos y sus respectivas voces se escuchan de una manera más individualizada.


En el desarrollo del concierto, destaca el cambio de orden de los conciertos dentro del integral y el cambio de instrumentación y de la colocación de los intérpretes entre concierto y concierto. Como apunte técnico para entender esto, cabe tener en cuenta cuál era el significado de la forma concerto a lo largo del período barroco. Mientras ahora entendemos que un concierto es un evento al que asistir a escuchar diferentes piezas musicales, en la época de Bach, el concerto era una forma musical en sí, que se componía de diversos movimientos. Esta concepción de los conciertos de Brandemburgo como seis piezas independientes es lo que permite cambiar su orden y la instrumentación de una a otra sin alterar verdaderamente la concepción de la obra, puesto que no era una obra unificada, sino seis piezas independientes.


Con esto, el concierto Música por la Paz nos presentó una interesante propuesta, tanto sonora como cultural, que nos hace conscientes de cómo era la interpretación musical del pasado y los efectos que puede tener la instrumentación que se utilice al tocar una obra en la percepción que se tenga de ella, a la vez que nos hace ver cómo ya desde el siglo XVIII las diferentes culturas y tradiciones han estado en contacto y en mezcolanza creando estilos europeos como el que representa Bach en estos conciertos de Brandemburgo.



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